Me sentía diferente ese día. Fui a visitar a mi abuelo y al llegar, estaba subiendo a su camioneta; me pidió que lo acompañara. En el camino, me dijo que era momento de partir pero antes quería darme algo y al decirlo nos detuvimos, mire alrededor y solo estaba el camino y el bosque, le dije -Abuelo, aquí no hay nada-. Me contestó -¡Exacto!-, tomó mi mano y en ese momento, mi visión se hizo de 360 grados, sentía los veneros dentro de la montaña y la curiosidad de las ardillas, la savia de los árboles y el latido del sol. -Esto es lo que somos- dijo mi abuelo, y partió.
