Mirando al cielo de noche,
en el campo abierto,
acompañado del silencio
de pinos y montaña,
con la luna recién cortada,
que permitía notar aún más
el brillo de las estrellas, y
hasta nebulosas y galaxias;
una estrella fugaz en ese instante.
Ahí resonaba la más reciente meditación,
las más recientes palabras,
que en resumidas cuentas,
invitaban a seguir adelante,
a entrarle a la transformación acelerada del momento,
a aprovechar todo lo que el instante nos da,
todo es de nosotros,
para que manifestemos la grandeza con ello.
Siempre acompañados,
aún si la compañía no es visible,
unidos y acompañados,
guiados y con el camino bendecido,
la inteligencia nos habla en el silencio,
canta en el gozo de la vida
y construye en la entrega de nuestra devoción.
Vamos entonces,
juntos por el camino,
es nuestro destino,
el que elegimos en este plano sin tiempo ni forma,
el que nos guía de regreso al padre,
del que nunca nos hemos apartado,
del que siempre somos hijos
y el padre mismo manifestado.