El perdón

Hola lectores, a raíz del nuevo ejercicio que subí a la sección del podcast relacionado con el perdón, les comparto la experiencia del perdón en una plataforma de claridad con la que se vive.

Resulta que la manifestación de luz que somos, la cual está experimentando esta «individualidad» a través de una manifestación del espíritu, del alma (pensamientos, sentimientos), por supuesto del cuerpo físico, con el que interactúamos en la vida humana, y del etérico, que mantiene cohesión entre estas manifestaciones, es decir, nos alinea; experimenta estas proyecciones de realidad a través de las plasmaciones que el alma va dejando al transcurrir la vida y pensar lo que pensamos y sentir lo que sentimos.

Estas plasmaciones son energía de distintas densidades que entre más la experimentamos, más se queda cerca de nuestro ser. Por ejemplo, si de pequeños, nuestros padres nos metieron al río y nos gustó la experiencia, esa emoción y ese pensamiento que acompañan la experiencia, crean una plasmación que se afianza conforme la revivimos, ya sea porque vayamos de nuevo al río, o porque la experimentamos a través de nuestra mente humana que la trae al presente y la revive en nuestro cuerpo y alma, donde se manifiesta el espíritu, o simplemente porque reactivamos la misma sensación, aún sin necesidad de la experiencia de meterse al río ni física, ni mentalmente. Así existen plasmaciones energéticas que nos acompañan, unas disfrutables que nos llenan de dicha y otras no tanto. Las dichosas nos reconectan con la naturaleza del ser, que vive en unidad, integrándose al todo y viviendo «el cielo»; mientras que las que no son dichosas nos avisan a través del dolor, donde hay algo que poner en su lugar y es ahí donde entra el perdón.

Aunque el perdón es algo que comúnmente entendemos en la vida humana como algo que alguien da y otro recibe, en realidad, es un acto de conciencia que el que perdona experimenta, con o sin interacción del otro a quien perdona. Claro que siempre servirá limpiar el espacio y las conversaciones entre individuos para fomentar la paz y la armonía en comunidad. Cuando el que perdona, perdona a otro, está perdonando la imagen que tiene del otro y al ser consciente de que es una imagen que él tiene y que hay una realidad distinta de quien es el otro, la imagen se ilumina por nuestra consciencia y se cae para ver la verdad, que no es otra que la de la luz en el otro y en el que perdona, reconociéndose a sí misma. Por ello, la importancia, de que sin importar el orden, siempre acompañemos un acto de perdón a otro, con un reconocimiento a nuestra propia luz, que nos indicó a través de esa «necesidad de perdonar», un aspecto de nosotros que necesitábamos sanar y cuya sanación, comienza desde el simple hecho de ser conscientes que era una imagen y continúa con un perdón a nosotros mismos, por esa distracción de la realidad, que opacaba nuestra luz.

Cuando el amor se reactiva, se ilumina la concepción que tenemos del prójimo y de nosotros mismos, dando paso al verdadero ser de luz que somos, a la unidad. Esa iluminación, es en sí misma el perdón, es un reconocimiento de la luz en nosotros que nos une a la mente creadora que revela la verdad y las imágenes de la mente humana son esclarecidas, dando paso a la reconciliación (volver a la unidad) que otorga libertad al ser.

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Foto de Ben McGuiness.

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