Escuchaba a dos personas hablar acerca del vacío que tenían las personas, como la causa de que el ser humano siempre estuviera en búsqueda de algo que llenara su existencia. Y tomando en cuenta que la física cuántica nos lleva a ese contexto en el cual, entre más profundo vayamos en el entorno de la materia, más llegamos a la energía; es decir, conforme vamos dentro de un átomo, llegamos a partículas subatómicas y conforme vamos dentro de esas partículas subatómicas, llegamos a los elementos cuánticos y así sucesivamente hasta llegar al espacio vacío, en donde el comportamiento de la energía responde al observador que es consciente de ella; llegué al punto en donde el hombre (el ser humano) tiene esa sensación de vacío como una primera sensación debido a que precisamente es eso, es decir, es una sensación que te lleva a darte cuenta de lo que eres realmente: el vacío. Este vacío es la posibilidad que responde a la conciencia, es el campo de las infinitas posibilidades para la manifestación del observador.
Ahora, ese lienzo en blanco, esa posibilidad, es inherente a todo lo que existe en el mismo instante, es decir, es lo que todos los seres humanos tenemos en común, y el sol y el electrón, y el iceberg y la nota musical, lo que todo lo que existe tiene en común, es lo que nos une y es esa unidad, la que se manifiesta en la posibilidad. Por lo tanto, cuando somos niños y vivimos el instante con libertad y gozo, estamos viviendo la posibilidad que somos, en unidad, por eso es tan fluido y gozoso el juego infantil, y conforme crecemos y aprendemos de los demás, la necesidad de llenar un hueco, esa libertad y ese gozo de ser se va dando en una frecuencia distinta (se experimenta generalmente menos seguido). Entonces, seguimos siendo lo que somos (la posibilidad, el vacío), solo que el niño lo disfruta pintando en ese lienzo en blanco, lo que le venga en gana, un superpoder, un fantasma, un dragón, la electricidad, un tsunami, etc. y el adulto, se llega a estresar por el vacío, sintiendo la necesidad de llenarlo para sentirse completo, cuando completo ya es y siempre es, solo que la necesidad lo lleva a experimentar algo distinto, que coincidentemente, lo pone en un sentido de urgencia para regresarlo a la frecuencia en donde se integra a la unidad que lo incluye.
La clave entonces para el adulto estresado por llenar huecos, es desaprender para volver a la esencia de ser el vacío y disfrutar las formas que se manifiesten, sean o no producto de «su» imaginación, es decir, sean o no «de él», pues al ser el vacío, la individualidad también se diluye, para dar paso a la unidad, que descubrimos al ser conscientes de que ser la posibilidad es algo que somos todos, por lo tanto, es lo que nos une y descubrimos también, que esa sensación de vacío no es una señal de algo que necesitamos llenar y por lo cual tener que reprendernos e ir a terapia el resto de la vida juzgando si con lo que llenamos el hueco es algo bueno o malo, sino que es un recordatorio de lo que somos, para que nos enfoquemos en la esencia, incluyendo amorosamente a la forma, con la consciencia de ser solo una manifestación en el campo infinito de la posibilidad que nos une.
Foto de Andries Meijer.