Estado de Conciencia

El mismo evento en la vida puede representar el mejor escenario y al mismo tiempo, puede representar el peor escenario que se pueda estar experimentando; y todo debido al estado de conciencia con el que lo vivimos. Si es un estado de conciencia limitado, en el que los pensamientos son densos, es decir, de mucho juicio, que pesan, la experiencia resulta desagradable y si el estado de conciencia es expandido, en el que los pensamientos son sutiles, es decir, que aligeran, la experiencia es agradable.

La clave es la integración de todo cuanto podamos a la conciencia de la experiencia, pues entre más amplia sea nuestra visión, más se conectan las partes y podemos notar en esa conexión, la inteligencia superior en acción. Para que esta integración sea efectiva, todo va, no solo «lo que el individuo quiere en su vida», sino realmente todo.

Por ejemplo, si pierdes algo, digamos que se te descompone el auto, puede ser una experiencia desagradable en el contexto de las posesiones y comodidades, y al expandir la conciencia, puedes notar que ese evento te plantea un nuevo escenario en el que convives más, ya sea porque pides un aventón, porque conoces a quienes manejan el transporte que te lleva a donde quieres ir, porque lees en el trayecto o porque vas viendo el camino y tal vez en ese nuevo escenario, en el que ves diferentes cosas, distingues oportunidades que antes no veías, y ahora que las ves, las tomas.

El estado mental que nos brinda un estado de conciencia amplio, es el de descubrimiento, incluyendo la contemplación y el agradecimiento que lo acompañan; esta sensación nos hace ver más allá, y al ver más allá, alcanzamos a ver más y por ende, a integrarlo en la conciencia, es decir, el agradecimiento expande nuestra conciencia y viceversa, la conciencia expandida alimenta el agradecimiento.

Inclusive llega un punto de integración total y en él, la dualidad desaparece, pues somos conscientes de la unificación en la que ambos conceptos, el bien y el mal, conviven en un equilibrio absoluto en el que la unidad se contempla a sí misma y se reconfigura continuamente para que el movimiento generado en ella lleve siempre al encuentro. Lo podemos notar en los ciclos presentes en la naturaleza y sus órdenes perfectos: el del agua, el de las semillas, de la tierra, nuestros sistema circulatorio, el digestivo, el microbioma integrado a nosotros, la respiración, cualquier ecosistema, los fractales, la serie matemática fibonacci, etc. y así reconectar con ello, para que nuestra mente se integre a la mente superior donde encuentra su equilibrio, o mejor dicho, seamos conscientes de ello, así como también seamos conscientes de nuestra alma integrada a esa conexión amorosa en la que todas danzan bajo el mismo ritmo, el del amor que provee el espíritu.

Ahí en la integración es donde la creación y el creador se funden en una conciencia que ve y al hacerlo, da vida al movimiento que genera ambos estados de la misma energía.

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Foto de Martin Rancourt.

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