Comunicación con el Ser Interno

Una señal muy clara: el gozo. El gozo es el que te dice si estás siguiendo a tu esencia o no, si estás siendo la voz de tu interno o no, si es la luz proyectándose a través de ti o es el ego que satisface tu deseo de creerte lo «suficientemente espiritual». Y hablo del gozo que viene de dentro, del que te hace llorar de tanta belleza que se siente y sale por los ojos, del gozo que llena tanto que lo incluye todo, del gozo que da paz.

Imagina tu versión cuidadora, que ama y da cariño, que apapacha (¡me encanta esa palabra!, de raíz mexicana, del náhuatl)… así va guiando tu ser interno, te deja decidir y siempre acompaña, te deja actuar y siempre acompaña, y de repente te pone unas pistas, te da esos empujoncitos y te mueve una hoja en el aire para que veas tal o cual elemento que detona algo en tu vida. Y en el silencio, cuando aquietas el alma, se escucha, con palabras sin sonido, con una idea que aparece sin haberla pensado, solo te das cuenta de que ahí está y agradeces el mensaje. Esa es otra señal inequívoca de la conexión con tu ser interno, con tu luz: el agradecimiento instantáneo.

Esta versión de nosotros existe desde una dimensión distinta a esta tercera dimensión. De manera similar a como una persona existe con su cuerpo y alma (en tercera y cuarta dimensión), y lee un cómic impreso en hojas de dos dimensiones, largo y ancho (segunda dimensión); así, este ser existe desde una dimensión distinta, más ligera, de mayor luz y en donde el tiempo no restringe a la linealidad de esto va primero y esto va después. Así, este ser navega más allá del tiempo y las existencias temporales, y en esa sutilidad, no hay juicios; desde donde este ser habita, no hay bueno o malo, no hay conveniente o inconveniente; tampoco hay miedos ni dudas, solo se es, con la perfección de la magna presencia que la incluye.

Es una dimensión de sanación, donde la mente es en libertad, sin cargas ni pesos ni resistencia, en integración total, y se unifica con la mente creadora, es un entorno que renueva y energiza, se siente el poder del amor, se siente la unión, la unicidad, esa fusión de la creación y el creador.

Si escuchas un juicio creyendo que es tu ser interno («tal cosa es mala»), entonces seguramente no es, pues el ser interno no tiene la densidad para expresar esa etiqueta, o desde otro punto de vista, sí lo es, pero ya con el aderezo de la mente humana, con la interpretación (la etiqueta de «mala»); y pasa igual si sientes miedos, resentimientos y todos esos sentimientos pesados que son acompañados de pensamientos densos («tal cosa te va hacer daño», «tal cosa no debe ser así», «te falta algo», «no eres suficiente», etc.). La voz interior llega de manera distinta a como llega un pensamiento juicioso: no se procesa en el cerebro, nace más desde el corazón y se acompaña de un sentimiento de dicha.

Pongamos un ejemplo desde el plano dual de pensamiento humano: por un camino están los eventos A, B y C, que a través de una experiencia de belleza y servicio, te llevan a encontrarte con la luz que eres, con la luz que somos, y por otro camino están los eventos X, Y y Z, que a través de una experiencia de dolor y sufrimiento (que es solo una percepción, pues también existe la belleza en ellos) también te llevan a encontrarte con la luz. La voz de tu ser interno te guiará con ternura a ver la belleza del evento A (te invitará a voltear a ver algo en A que te da paz), y siguiéndola te encontrarás en ese camino, para después encontrarte con la belleza del evento B, con la belleza del evento X, con la belleza del evento B más el evento X (B+X), con la belleza del evento B y el evento X (B*X), con la belleza del evento 14 (14), con la belleza del evento Plátano (Plátano), con la belleza de todos los eventos (A*B*C*X*Y*X*14*Plátano*…), con la belleza (*) y descubres que el camino es la belleza y eligiéndola, todos los eventos que sucedan o no, te llevan al encuentro con la luz que somos.

Todas estas sensaciones y experiencias son propias de un contacto con tu interno; cuando sueltas el resultado y confías, haces tu parte y sueltas el resto. Confiar es hacer equipo con el universo, con Dios, con la vida, integrarte a ella, fundirte en ella… se fluye y no hay miedo, porque sabemos que es lo que es, en la facilidad, en la soltura, en la amabilidad y belleza, en armonía, en el amor.

Otra señal siempre presente del contacto con el interno es la paz, dado que se empieza a seguir lo esencial en la toma de decisiones, se confía en que lo demás se sincroniza, se le da el reconocimiento a lo que no se ve y hace lo suyo y manifestamos la consciencia de ello. Es un océano de sincronicidades del cual somos parte esencial en el amor que lo compone.

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Foto de Pierre Leverrier

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